Álvaro Uribe irá a juicio este viernes y marca un hecho sin precedentes en Colombia
Después de más de dos décadas ejerciendo una influencia política dominante en Colombia, Álvaro Uribe Vélez, ex presidente del país, se enfrenta a un hecho sin precedentes: ser el primer exmandatario en enfrentar un juicio formal. Este giro inesperado en la trayectoria del líder del Centro Democrático no solo tiene consecuencias jurídicas, sino que también plantea interrogantes fundamentales sobre el futuro político del país.
El llamado a juicio de Uribe Vélez representa un momento crucial en la historia reciente de Colombia, que remueve los cimientos del panorama político nacional. Desde su ascenso a la presidencia en 2002 hasta su papel como líder de la oposición durante el gobierno de Iván Duque, Uribe ha sido una figura central en la dinámica política del país. Ahora, su proceso judicial se convierte en el eje de un debate que trasciende lo legal, abarcando implicaciones estratégicas, ideológicas y electorales.
En este contexto, es fundamental analizar cómo este hecho sin precedentes afecta el juego de fuerzas entre los principales actores políticos, la reconfiguración de las alianzas y rivalidades, y las posibles repercusiones en el escenario electoral venidero. La polarización entre uribismo y petrismo, la crisis del centro político y la búsqueda de una alternativa viable serán algunos de los temas clave a explorar en este análisis exhaustivo.
La polarización reactivada: Uribismo vs. Petrismo
La llegada de Gustavo Petro a la presidencia en 2022 y el fenómeno de Rodolfo Hernández se explican, en parte, por el desgaste del gobierno de Iván Duque, el cual supo capitalizar el descontento social posterior a la pandemia y el estallido social de 2021. En este contexto, la ausencia de Álvaro Uribe en la campaña no logró evitar que su legado político quedara asociado a la candidatura de Federico Gutiérrez, quien finalmente no alcanzó a pasar a la segunda vuelta.
Sin embargo, la dinámica entre Uribe y Petro ha experimentado un giro inesperado. Consciente del momento político, el exmandatario sorprendió al establecer un diálogo con el presidente electo, inaugurando una faceta de «opositor inteligente» que buscaba tender puentes entre ambos bandos. Estas primeras reuniones, mediadas por el abogado Héctor Carvajal, parecían allanar el camino hacia una concertación en la diferencia.
No obstante, esta tregua efímera se ha visto rápidamente reemplazada por una reanudación de la confrontación abierta entre ambos líderes. Las declaraciones cruzadas se han vuelto cada vez más ácidas, con acusaciones mutuas que van desde presuntas violaciones de topes de campaña hasta cuestionamientos sobre el pago de impuestos. Lejos de una reconciliación, Uribe y Petro se han atrincherado en sus posiciones, reactivando la polarización que ha caracterizado la dinámica política colombiana en los últimos años.
La oportunidad perdida de la concertación
El breve interludio de diálogo entre Uribe y Petro, materializado en las reuniones celebradas en la oficina del abogado Héctor Carvajal, representó una ventana de oportunidad para intentar superar la profunda división que aqueja al país. Sin embargo, esta iniciativa romántica rápidamente se desvaneció, dando paso a una reanudación de la confrontación.
Resulta paradójico que Carvajal, quien facilitó los primeros encuentros entre ambos líderes, ahora se desempeñe como apoderado del presidente Petro ante el Consejo Nacional Electoral (CNE). Este organismo se encuentra próximo a estudiar y votar una ponencia de formulación de cargos en contra de la campaña del jefe de Estado por presunta violación de topes.
Adicionalmente, la presencia de Álvaro Hernán Prada, uno de los consejeros ponentes, ha sido cuestionada debido a que enfrenta un juicio por el delito de soborno a testigos, en calidad de cómplice, en el mismo caso que involucra a Álvaro Uribe. Estas circunstancias han llevado al presidente Petro a cuestionar la imparcialidad de la investigación, atribuyéndola a un «golpe blando» orquestado por la derecha.
La ventana de concertación que se vislumbró en los primeros meses del gobierno de Petro se ha cerrado rápidamente, dando paso a una reanudación de la confrontación abierta entre ambos líderes. La polarización entre uribismo y petrismo se ha recrudecido, y la búsqueda de un terreno común parece cada vez más lejana.
El juicio de Álvaro Uribe: implicaciones políticas
El llamado a juicio del exmandatario Álvaro Uribe Vélez representa un hecho sin precedentes en la historia reciente de Colombia. Por primera vez, un expresidente se enfrenta a un proceso judicial formal, lo cual tiene profundas implicaciones políticas que van más allá de la esfera jurídica.
El legado de Uribe en juego
En juego no solo está la inocencia del exmandatario y de otros procesados, sino también el legado de sus ocho años en el poder y más de una década ejerciendo como líder de la oposición, incluso durante la era Duque. El desenlace de este proceso judicial tendrá un impacto directo en la percepción pública sobre su figura y su trayectoria política.
Para la derecha colombiana, Uribe es considerado un mito en camino de ser mártir, mientras que para la izquierda, sigue siendo el némesis. Su nombre ha sido objeto de discordia en prácticamente todas las campañas electorales recientes, y la de 2026 no será la excepción.
Uribe, de líder a acusado
Lejos de las tarimas, los consejos comunitarios y los micrófonos, Álvaro Uribe se ha refugiado en sus redes sociales para exponer lo que, según él, son las pruebas de un «fraude procesal» en su contra. El jefe del Centro Democrático está lejos del retiro y sabe que este es un momento crítico para su marca personal.
A medida que su proceso se acerque a una fase decisoria, lo que haya pasado o no con su caso será determinante en la campaña electoral de 2026. Uribe no dudará en mantener sus señalamientos hacia la Fiscalía y la Jurisdicción Especial para la Paz, acusándolos de impulsar una persecución en su contra que no cesará hasta que esté en la cárcel o llegue un gobierno aliado que lo proteja.
La paradoja de Uribe como mártir
En la antesala de las elecciones de 2026, puede darse una paradoja: Uribe en sus momentos más críticos en la Justicia, como lo soñó la izquierda, pero hecho un mártir, como lo ha considerado la derecha. Esto representa una «bocanada de aire» para el Centro Democrático y su pulso en la derecha con Cambio Radical.
Además, en el libreto de victimización de la «película Uribe contra la Justicia», también están las escenas de Salvatore Mancuso, hoy gestor de paz, y el anhelado ventilador que quiere prender contra el expresidente. Uribe Vélez tendrá a su favor el discurso de persecución y la posibilidad de convertirse en un símbolo de la resistencia de la derecha.
La crisis del centro político y la búsqueda de una alternativa
Aunque la polarización entre uribismo y petrismo será protagonista de la campaña de 2026, no todo se reducirá a esa dicotomía. De hecho, el éxito pasado de partidos de centro como la Alianza Verde ha radicado en su postura de ser una alternativa para aquellos que no se han sentido parte de ninguno de los dos bandos.
La desintegración de la Alianza Verde
Sin embargo, no pertenecer a nada y a la vez a todo se convirtió en un problema de identidad para los verdes. Hoy, esta colectividad está en la peor de sus crisis, no solo por el escándalo de la UNGRD en la que fueron mencionados tres de sus integrantes, sino por la innegable división entre una facción petrista, otra independiente, y hasta una más cercana a la derecha.
La salida de líderes clave como Claudia López y Antanas Mockus, sumada a un proyecto de transfuguismo que permite a los congresistas, concejales y ediles migrar de partido por una única vez, apuntan a una desintegración inminente del Partido Alianza Verde.
La débil oferta del centro político
En la campaña de 2026, solo se identifica, por ahora, una candidata sólida del centro: la exalcaldesa Claudia López, quien tendrá su propia plataforma con quienes deciden salirse de la Alianza Verde. Otros partidos como Marcha, liderado por Sergio Fajardo y Jorge Robledo, se han quedado sin personería jurídica, mientras que el Nuevo Liberalismo probará suerte con Juan Manuel Galán.
Tampoco es claro si Roy Barreras y su Fuerza de la Paz seguirán en el centro o harán parte de una consulta en la izquierda, ni si Alejandro Gaviria lo intentará nuevamente. En otras palabras, hay una ansiosa demanda de votantes que quieren huir de la polarización que se avecina, pero la oferta, a todas luces, parece débil.
Fuente: Revista Cambio
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