Señales de que estás ante una persona egocéntrica
Una de ellas, la más común, es la falta de empatía
El egocentrismo se refiere a la tendencia de una persona a centrarse en sí misma y a considerar las cosas solo desde su propio punto de vista. Es una característica que puede manifestarse de diversas maneras en el comportamiento de un individuo.
Falta de empatía
Una característica común en las personas egocéntricas es la falta de empatía. A menudo, les resulta difícil entender o apreciar los sentimientos y perspectivas de los demás. Esto se debe a que están demasiado centrados en sus propios pensamientos y sentimientos, y a menudo ignoran o minimizan las emociones y necesidades de los demás.
Necesidad constante de atención
Las personas egocéntricas suelen buscar constantemente la atención y la validación de los demás. Anhelan ser el centro de atención y pueden llegar a dominar las conversaciones, hablar excesivamente de sí mismas y desviar el foco hacia sus propios intereses o logros.
Desconsideración por las opiniones y sentimientos de otros
Otro indicativo de egocentrismo es la desconsideración por las opiniones y sentimientos de los demás. Las personas egocéntricas tienden a desestimar o ignorar las opiniones de los demás si no se alinean con las suyas. A menudo, pueden ser despectivas o condescendientes con aquellos que tienen puntos de vista diferentes.
Falta de reciprocidad en las relaciones
Las personas egocéntricas a menudo muestran una falta de reciprocidad en las relaciones. Pueden esperar que los demás se adapten a sus necesidades y deseos, pero rara vez hacen lo mismo por los demás. Esto puede manifestarse en una variedad de formas, desde la falta de reconocimiento y gratitud hasta la incapacidad para comprometerse o hacer sacrificios.
Personas manipuladoras
Para poder detectarlas, es importante dar una definición del manipuladores, así como del mecanismo de manipulación: «Esta forma de comunicación consiste en influir o imponer algo a la otra persona de forma indirecta y negativa», explican expertos. A diferencia de la dominación, en la que una persona impone algo a la otra de forma clara, la manipulación es solapada.
La manipulación es negativa porque ejerce una presión indirecta que da la impresión a la persona manipulada de que tiene elección y libertad, cuando esto es sólo una ilusión.
Otra distinción que hay que hacer es que la manipulación va más allá de la simple influencia. Esta última se define por una intención clara -por ejemplo, un vendedor que quiere influir en un cliente potencial-, mientras que en la manipulación, la información está sesgada y oculta.
Cuando se utiliza de forma habitual, el mecanismo se vuelve muy tóxico para la presa: el manipulador suele explotar el resorte emocional, desencadenando en su víctima emociones muy negativas como la culpa, el miedo o la ira.
¿Por qué manipular?
El manipulador no consigue obtener algo pidiéndolo claramente, por falta de valor o por miedo a ser rechazado. Por eso avanzan enmascarados, ocultando su objetivo, que suele ser negativo e inconfesable. Estos «depredadores» pueden querer hacerse con:
- riqueza
- energía
- tiempo
- la imagen positiva
- el cuerpo (placer sexual) de su víctima.
Para lograr sus fines, el manipulador juega con la psicología de su víctima.
¿Cuáles son los rasgos de las personas manipuladoras?
Varias pistas pueden ayudarle a reconocer a un manipulador. Esto puede hacerse, por ejemplo, mediante acciones, o mediante las frases favoritas de los manipuladores.
Elige palabras precisas
La mayoría de los manipuladores utilizan los pronombres «usted» o «vosotros» o «nosotros» y «nos».
El manipulador oculta su interés personal, su objetivo y su intención transfiriéndolos a la víctima.
Puntos débiles
Los manipuladores saben detectar los puntos débiles de la otra persona y presionar donde más duele para aprovecharse mejor de ella. Hacen daño intencionadamente jugando con las debilidades y las emociones negativas, como el miedo, el estrés, etc. Debilitada, la víctima será aún más manipulable.
Le gusta mentir
En cualquier manipulación, a menudo vemos un disimulo. El manipulador miente por omisión o sin expresar sus verdaderas intenciones para incitar u obligar a la otra persona a reaccionar como él desea. Por ejemplo, pedirá una cosa para obtener otra.
Se convierte en camaleón
Para seducir y conquistar a su víctima, el manipulador llega a mimetizarse con su molde. Intenta parecerse a él en su forma de expresarse, vestir o comportarse. La «víctima» se sentirá atraída por este inquietante parecido. Bajará la guardia. El encubridor aprovecha esta unión y simpatía para explotar la vulnerabilidad.
Sopla caliente y frío
Este es el principio de la ducha escocesa. Como el pervertido narcisista, que es un tipo de manipulador, la manipulación llega sutilmente tras un juego de seducción. Carismático, el manipulador halaga y seduce para enganchar a la persona. Luego llega el momento de la crítica. El problema es que este mecanismo perverso se presenta de forma tan ambigua que resulta difícil hacerse con él.
Él nunca es claro
El manipulador no se comunica con claridad, sino de forma vaga. Toma caminos indirectos para lograr su objetivo. Incluso puede recurrir a un intermediario, un tercero o alguien cercano en quien confíe, por ejemplo.
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