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¿Por qué algunas personas se marean o desmayan al ver sangre?

Tiene sus raíces en el funcionamiento del sistema nervioso autónomo y en factores psicológicos y genéticos

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Muchas personas experimentan una reacción física inesperada cuando se enfrentan a la vista de la sangre. Es una respuesta fisiológica y psicológica que puede variar en intensidad, desde un simple malestar estomacal hasta un desmayo completo.

Este fenómeno, a menudo considerado una debilidad o una peculiaridad, tiene raíces profundas en el funcionamiento del cuerpo humano. Detrás de esta reacción se esconden mecanismos complejos que involucran el sistema nervioso autónomo, factores genéticos y procesos psicológicos. Comprender estas causas es fundamental para poder abordar y manejar adecuadamente esta condición.

¿Por qué algunas personas se marean o desmayan al ver sangre?

Explicación fisiológica de la reacción

La reacción de mareo o desmayo al ver sangre tiene una base fisiológica que se origina en el sistema nervioso autónomo. Este sistema, que controla funciones involuntarias como la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la respiración, juega un papel fundamental en la respuesta del cuerpo ante la vista de la sangre.

Cuando una persona se enfrenta a la sangre, ya sea en una situación real o incluso en una imagen, el sistema nervioso autónomo se activa de manera refleja. Esto desencadena una serie de cambios físicos, como la disminución de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, lo que a su vez puede provocar mareos, sudoración y, en casos más extremos, desmayos.

Este fenómeno se conoce como la “respuesta vasovagal”, y se cree que es una reacción evolutiva que surge para proteger al cuerpo de posibles daños o infecciones. Al desmayarse, el individuo se aleja de la fuente del estímulo (la sangre) y reduce la posibilidad de sufrir mayores lesiones.

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Foto: Freepik

Factores psicológicos involucrados

La percepción individual y la interpretación de la situación pueden influir en la intensidad de la respuesta. Algunas personas pueden asociar la sangre con experiencias traumáticas o negativas, como heridas, cirugías o incluso la muerte. Esta asociación emocional puede desencadenar una respuesta de ansiedad o miedo, lo que a su vez activa el sistema nervioso autónomo y provoca los síntomas físicos.

Además, factores como la autoconciencia, la preocupación por la propia salud y la susceptibilidad a la sugestión también pueden contribuir a la aparición de este fenómeno. Algunas personas pueden ser más propensas a experimentar mareos o desmayos al ver sangre debido a su propia percepción y creencias sobre este estímulo.

Relación con el sistema nervioso autónomo

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Específicamente, la rama parasimpática de este sistema, conocida como el nervio vago, juega un papel crucial en desencadenar esta respuesta.

Cuando una persona ve sangre, el nervio vago se activa, lo que provoca una disminución de la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Esto, a su vez, reduce el flujo sanguíneo al cerebro, lo que puede causar mareos, sudoración y, en casos extremos, un desmayo.

Esta reacción se considera una respuesta de protección del cuerpo, ya que al desmayarse, la persona se aleja de la fuente del estímulo (la sangre) y reduce el riesgo de sufrir mayores lesiones o infecciones. Sin embargo, en la sociedad actual, donde la exposición a la sangre es menos común, esta respuesta puede ser considerada exagerada o inapropiada.

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Foto: Freepik

Influencia genética en la susceptibilidad al mareo o desmayo

Varios estudios han demostrado que la susceptibilidad al mareo o desmayo al ver sangre puede tener una base genética. Algunas personas parecen ser más propensas a experimentar esta reacción debido a factores hereditarios.

Los investigadores han identificado ciertos genes y variaciones genéticas que pueden estar relacionados con la sensibilidad del sistema nervioso autónomo y la respuesta vasovagal. Estas diferencias genéticas pueden hacer que algunas personas sean más susceptibles a la activación del nervio vago y, por lo tanto, más propensas a experimentar mareos o desmayos al ver sangre.

Además, la influencia genética puede explicar por qué esta reacción tiende a ser más común en algunas familias. Si uno de los padres presenta esta tendencia, es más probable que los hijos también la hereden.

Efectos de la exposición repetida a la sangre

Algunas personas que inicialmente experimentaban una reacción intensa pueden lograr reducir o incluso eliminar estos síntomas a través de la exposición gradual y controlada.

La exposición repetida y la práctica de técnicas de manejo del estrés pueden ayudar a recalibrar la respuesta del sistema nervioso autónomo. Con el tiempo, el cuerpo puede aprender a tolerar mejor la vista de la sangre, lo que disminuye la activación del nervio vago y los síntomas asociados.

Este proceso de habituación y desensibilización puede ser particularmente beneficioso para aquellas personas que se dedican a profesiones relacionadas con la salud, como médicos, enfermeros o técnicos de laboratorio, quienes deben enfrentarse a la sangre de manera regular.

Foto de las manos sosteniendo una servilleta con sangre / sangra la nariz
Foto: Shutterstock

Tratamiento y manejo del mareo o desmayo al ver sangre

Para aquellas personas que sufren de mareos o desmayos al ver sangre, existen diversas estrategias de tratamiento y manejo que pueden ayudar a aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida.

En primer lugar, la terapia cognitivo-conductual puede ser eficaz para abordar los aspectos psicológicos de la reacción. Mediante el trabajo con un profesional de la salud mental, los pacientes pueden aprender a identificar y modificar pensamientos y creencias negativas relacionadas con la sangre, lo que puede reducir la intensidad de la respuesta.

Además, la exposición gradual y controlada a la sangre, ya sea en forma de imágenes, videos o incluso en situaciones reales, puede ayudar a que el cuerpo se acostumbre y tolere mejor este estímulo. Este proceso de desensibilización debe ser guiado por un profesional de la salud mental o médico.

En casos más severos, algunos pacientes pueden beneficiarse de medicamentos que ayuden a regular el sistema nervioso autónomo, como betabloqueadores o inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). Sin embargo, estos tratamientos deben ser recetados y supervisados por un médico.

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María Vargas Jimenez
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